jueves, 6 de abril de 2017

Picotazos

Siéntate. Me llevará unos minutos contarte mis últimas vidas.
...Joder...echaban tanto esto de menos que traigo mi rotulador rojo para que todo parezca más real.
Vengo de llenar bolsas y bolsas de basura con los hilos despuntados de mis grandes miedos. Los quemé. Todavía huelen.
Vengo de terminar de coser, con el humo de todos los cigarros que me sobran, mi chaleco salvavidas.
Vengo de no necesitar.
Vengo de ver a los grandes a mi altura y de sufrir de los más diminutos la destrucción total. Sólo en cuestión de un picotazo.
Vengo también de calles oscuras, coches locos que conducen solos y personas con afinación distinta a la mía, en sus mentes y en sus corazones.
Vengo de soplar el polvo cada mañana y buscar mi corazón. Vengo de esconderlo cada noche en el sobretecho de una casa ocupa de la ciudad del amado caos.
Vengo de aprender de costumbres y de umbrales. Vengo de pasarlos. Vengo amándolos ahora.
Vengo caminando en calles donde a veces, las sonrisas son abrazos y las miradas sugestión.
Vengo de lenguas que se mueven igual que las mías pero que escupen distinto.
Vengo de vengalas, de fuego, de punk, de puestos en común.
Vengo también volando en el reloj con amor del bueno; del que si el sol no sale, se quema para llegar hasta él y conseguir atarlo a una cuerda, por si acaso queremos verlo brillar.
Vengo.
Vengo a la chimenea para sentir casa, que ya toca.
Me quedo el rotulador y tu dirección. Efgaristó.
Te devuelvo el libro que narra mis posos de café de los próximos cinco años. Ya no lo necesito.

viernes, 27 de enero de 2017

Yo, futura abuela.

¿Por qué escribo yo?
Yo les escribo a mis nietos. Lo tengo tan claro como que no sé si los voy a tener. Ojalá que sí.
Y yo hasta hace poco ni quería tener hijos, lo tenía tan claro como que les escribo a ellos también.
A todos los nietos. A quien quiera leer.
Me encantaría leer cada día un poquito de cada uno de los cuadernos que mi abuelo habría escrito para mí. Pero no lo hizo; y de todo aprendo. Me dejó cuando se fue el amor más grande que he sentido nunca, pero no me dejó cuadernos. Así que yo empezaré por ahí.
Para leer cómo eran las cosas sin que te lo cuenten los libros de historia.
Tenemos que contarlo los humanos.
Millones de futuros abuelos escribiendo todos los días o uno al mes, contando, soñando, imaginando, creando, enfadados, contentos, furiosos, tristes, bloqueados o con la fuerza de cambiar el mundo.
Pero escribamos, y hagamos que nuestros nietos tenga libros inmensos de todas las historias.